La informática electoral es el arma más poderosa que utilizan los grupos políticos en elecciones. La verdadera guerra se registra en un amplio salón con varias computadores conectadas en una misma red. Así, en el procesamiento automático de la información, se libran actualmente las batallas por el voto. ¿Y dónde están, como se distribuyen esos cuartos de guerra?

Su ubicación siempre es desconocida.

Funcionan, normalmente, en espacios compartidos con una firma comercial o casas que aparentemente son hogares familiares.

Los cuartos de guerra informáticos siempre son operados por el gobierno en turno. En el sexenio de Guillermo Padrés los utilizaron. En este gobierno de Claudia Pavlovich no es la excepción.

El de mayor prestigio hasta ahora, claro en círculos muy cerrados, es un bunker a cargo de Ivan Jaimes Archundia, titular de la Consejería Jurídica del Gobierno de Sonora y con fama de ser uno de los principales operadores del beltronismo.

Dicen que este bunker está dotado con tecnología de punta. A Ivan se lo dejó instalado Canek Vázquez.

Su equipo es superior a los que funcionan en el C4 y el Edificio Espejo (donde antes estaba lo mejor de la inteligencia en Sonora, pero poco a poco se ha ido devaluando, sobre todo en el gobierno padrecista).

Nuestro reducido pero siempre eficaz y eficiente cuerpo de inteligencia ubicó este bunker, pero por obvias razones no podemos compartir su dirección. Sólo les diremos que funciona en un espacio de una conocida firma comercial, propiedad de uno de los principales capitanes del grupo en el poder.

Por ésta y otras razones nunca se debe minimizar el poder de Manlio Fabio Beltrones, un auténtico estratega que, como los buenos generales, gana batallas sin combatir. Y que despliega el don de la ubicuidad gracias a sus varios contactos en la prensa. Son plumas que en su batalla actual le han prestado un gran servicio al comentar su posible alianza con Andrés Manuel López Obrador. Eso, al parecer, causó un efecto favorable a su causa y generó temor entre los itamitas.

Ni hablar.

Todo el Arte de la Guerra se basa en el engaño.