Un primer ejemplo es Sonora. El Congreso local saliente, sitiado por un grupo de choque priista de al menos 200 integrantes, aprobó una serie de medidas con las que el Legislativo estatal quedó a merced de los deseos del Ejecutivo, en este caso encabezado por la gobernadora, la priista Claudia Pavlovich Arellano
Para dimensionar lo que esto significa basta subrayar que Alfredo del Mazo será el primer gobernador mexiquense que deberá trabajar con un Congreso dominado por la oposición. O como en el estado de Hidalgo, donde por primera vez en más de 80 años de gobiernos priístas, con mayoría en el Congreso estatal, ahora Morena ganó las 18 diputaciones de mayoría relativa.
Los teóricos políticos plantearán que se llega al estado ideal de contrapesos entre poderes a nivel estatal. Pero las inercias, las costumbres y el temor de perder buena parte de su poder (así como privilegios) han generado episodios de evidente confrontación y que han derivado en actos de violencia política.
Un primer ejemplo es Sonora. El Congreso local saliente, sitiado por un grupo de choque priista de al menos 200 integrantes, aprobó una serie de medidas con las que el Legislativo estatal quedó a merced de los deseos del Ejecutivo, en este caso encabezado por la gobernadora, la priista Claudia Pavlovich Arellano:
- Destaca el “veto al presupuesto” donde el gobernador en turno de manera unilateral, está facultado para desechar la Ley de Ingresos y Presupuesto de Ingresos –previamente aprobada por los diputados–, si la distribución de los recursos no le favorece.
- Consiguió la creación de una “agenda legislativa conjunta con el Ejecutivo”, con la intención precisa de tutelar las acciones de los congresistas locales.
Por lo pronto Alfonso Durazo, en su calidad de senador electo, adelantó que van a combatir por la vía legal este tipo de disposiciones en el Congreso sonorense; desde ahora se perfila “una bomba de tiempo” política y legal que “estallará” en cuanto tomen posesión los legisladores de Morena.
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