“¿QUIÉN ES ESE MAISTRO?”, así dijo después de ponchar a la leyenda Héctor Espino ————
Fernando gozaba jugando beisbol. Ganaba $800 pesos al mes con los Leones de Yucatán y con eso era feliz, a sus 18 años y enamorado de Linda, una jovencita yucateca. Salir a lanzar era su mayor satisfacción y habiendo salido de Etchohuaquila, Sonora, realmente era muy poco lo que sabía de los grandes del béisbol.
En aquel 1979, se enfrentó por primera vez a la leyenda, en un partido de la Liga Mexicana de Verano. No tuvo problemas y sacó el out con su sello característico: el ponche. De camino al dogout, lo alcanzó Bulmaro García, quien lo felicitó por haberle pasado el tercer strike al peligroso bateador. Fernando solo preguntó extrañado:
– ¿Quién es ese “maistro”?
– Héctor Espino, le contestó
Así llegó Fernando a las Grandes Ligas el año siguiente, lanzando 18 entradas sin permitir carrera, al final de la temporada de 1980. Si hablaba poco en español, simplemente no tenía idea de lo que se comentaba a su alrededor en inglés.
Cuando se convirtió en el centro de la atención en 1981, el zurdo no cambió. Siguió siendo el muchacho sencillo enamorado de Linda, su novia yucateca, con la que se casó tan pronto como pudo, sin importar que ya había dado el siguiente paso para convertirse en uno de los primeros pitchers en tener un salario de un millón de dólares en la Gran Carpa.
Todo mundo se preguntaba cómo era que aquel jovencito salido de un ejido en el noroeste de México podía tener el temple para enfrentar a los más temibles bateadores y salir ileso. El secreto era muy simple: no sabía quiénes eran.
La mente de Fernando Valenzuela no estaba condicionada por la fama de sus oponentes. No tenía miedo a los nombres, solo veía a gringos, güeros, de piel oscura, greñudos, pelones, hablando en un idioma desconocido. Resolvía cada situación en el momento.